lunes, 28 de enero de 2019

Ascensión Moreno


Mi nombre es Ascensión Moreno, nací en la comuna de Pirque  hace setenta y un año.
Mi interés por la literatura nació cuando me regalaron el libro "Papelucho casi Huérfano". Donde yo iba, conmigo iba mi libro. Lo malo fue que de tanto pasarlo se perdió. No sabía leer entonces pero imaginaba muchas historia relacionadas con su nombre que alguien me leyó.
Cuando aprendí a leer y a escribir,escribía a cualquier cosa que veía o que me imaginaba. 
La mayor parte del tiempo escribo mis sentimientos.


EL HOMBRE DE LA VENTANA


Conocí  a  Ñeque siendo niña y aunque han pasado muchos años él sigue en mi memoria. Él era una de esas personas que se quedan y nos acompañan  a lo largo de nuestra historia.
Ñeque era un hombre de estatura muy alta con su tez muy pálida y ojos saltones, siempre andaba bien trajeado con su chaqueta negra y pantalones arriba del tobillo que dejaban ver sus calcetines blancos como la nieve y zapatos muy grandes que al caminar arrastraba.
Sus manos grandes y dedos largos que podíamos observar cuando él se quedaba dormido detrás de su ventana.
Él solía pasar muchas horas del día ahí , detrás de su ventana mirando a quien pasaba , si el que pasaba era hombre algo entre dientes murmuraba  y no se le entendía nada , sabíamos que se molestaba pero nunca descubrimos lo que él entre dientes murmuraba.
Pero no pasara una niña, porque ahí clarito como el agua se le escuchaba  ¡terrón de azúcar, pan con miel, caluga de leche!, sonriendo cuanta cosa dulce de sus labios emanaba. Eran sus piropos que sin mirarnos al aire lanzaba.
Recuerdo aquella vez que Ñeque se enamoró de una joven que llegó a vivir al  barrio. Ella era verdaderamente muy hermosa, él pasaba horas y horas  parado ahí al frente de la casa de su amada, hasta el día que el papá de la joven lo gritó muy fuerte. No sé si se le quitó el amor porque otra vez ahí no se vio nunca más  parado.
Era temeroso, cuando de él se burlaban arrancaba, y cuando lo mandaban a comprar y nos divisaba  comenzaba  a caminar  al revés y al pasar a nuestro lado giraba y giraba hasta que pasaba. Cuando él andaba en la calle nunca de frente nos miraba solo cuando tras su ventana estaba.
Realmente era para nosotros los niños y niñas del barrio atrayente, pero también nos asustaba, cuando no estaba de buen humor, o simplemente creo que traveseaba cuando se asomaba de repente moviendo sus brazos como si fueran grandes alas y nos decía bu  bu  bu. Para que les cuento como arrancábamos.
Una vez estando en  la calle jugando los niños del barrio vimos correr a mucha gente  hacia  la esquina. Corrimos también nosotros y cuando llegamos ahí estaba el Ñeque,  en el suelo y un hombre le golpeaba. No sé si fueron a buscar a los carabineros o simplemente pasaban en su ronda diaria, se llevaron al hombre y el Ñeque todo machucado arrancaba. Pasaron muchos días en que su ventana permaneció cerrada. Apareció un día detrás de su ventana y nos dio alegría, ya lo extrañábamos, piropeando como siempre y con más ganas, pero a los pocos días de nuevo su ventana estaba cerrada.
  ¿Qué paso con él? Nunca nadie lo supo, físicamente desapareció, es cierto, pero de mi memoria y de los del barrio él nunca se ha mudado, ya no existe esa ventana, pero en nuestro corazón y mente el Ñeque, como le decíamos, sigue aquí arraigado con sus piropos dulces detrás de su ventana.

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