lunes, 28 de enero de 2019

Carlos Cabezas Gálvez


Nació el 4 de noviembre de 1945, en el edificio de la última estación, “El Volcán”, del Ferrocarril Militar. 
        Estudió sus estudios primarios en Curicó.   Hizo sus estudios secundarios en Puente Alto, Estudia una carrera de ingeniería que interrumpió en el año 1973. Desde ese entonces se encapsuló para sumirse en el mundo del pensamiento Humanista Cristiano y reflexionar en el por qué sucedían estos graves acontecimientos y violaciones a los Derechos Humanos en Chile. 
        Escribió el ensayo social “El Otro Adán”. Es escritor de poemas, cuentos cortos, ensayos científicos y sociales que han sido publicados en memorias de Congresos de Ciencias de la Tierra y novelas donde se destaca por combinar la poesía con la prosa.
        Ha escrito innumerables obras Obras como El Otro Adán, Dile a Laura, Hombre vestido de púrpura, Peregrinando por el anti tiempo, Tras la Huella de Teilhard de Chardin.
       Actualmente es columnista del diario El Heraldo de Linares.      Algunos de sus trabajos literarios, han sido publicado en la “Antología Martes Literario “Benjamín Morgado Chaparro”, de Coquimbo y en revistas literarias de Centros Culturales de Puente Alto.

¡PAPITO, CUÉNTAME!

                                                                                                 
        En un futuro no lejano, un padre y su hijo caminaban a duras penas por campos desolados y como bestias temerosas, cuidaban sus pasos frente a cualquier signo de peligro que pudiera acecharles y ser presa de algún ser humano o animal depredador en sus ansias de satisfacer su hambre en aquellas devastaciones.
        Sus corazones asustadizos y frágiles habían sobrevivido a todos los desafíos tanto de la violencia, necesidades, inclemencias de la naturaleza e incluso la de sus propios miedos y desesperanzas.
        Habían cruzado desolados remedos de las soñadas espléndidas ciudades de Rimbaud, o de las quiméricas búsquedas de la Utopía de Don Quijote en sus correrías por La Mancha.
        El niño cobijado bajo el inmenso amor de su padre, le preguntaba una y otra vez, el por qué de este mundo tan difícil por el cual caminaban sin cesar, hacia un destino incierto.
        El padre buscó un refugio al pie de una montaña, el cual era mas bien un escondite, mientras a lo lejos veía como los escasos seres humanos sobrevivientes, una vez más luchaban entre ellos, sin un sentido claro, sólo los motivaba el matar al otro y luego los sobrevivientes, volvían a matarse entre ellos, era un suceso con el único objeto de matar al otro para sobrevivir.
        ¡Cuéntame papito, qué pasó!
        El padre, en aquel escondite, estimó que era ya el tiempo de responder las angustias de su hijo.
        ¡Hijo querido! Recuerda siempre lo que te voy a contar.  
        Comenzó su relato, recordando “El Adiós” de Arthur Rimbaud.
         “Nada de cánticos o aferrarse a los avances logrados. ¡Dura noche! ¡La sangre seca envuelve en humo mi rostro, y no tengo nada detrás de mí, excepto ese horrible arbolillo!... El combate espiritual es tan brutal como la batalla entre hombres; pero la visión de la justicia es el placer exclusivo de Dios”.
        No entiendo mucho, papito
        Hace mucho tiempo atrás los hombres sabios fueron los primeros en desaparecer de la tierra.
        Pero para mí, tú eres un sabio.
        Has logrado sortear todos los peligros, me proteges con esta coraza que llevo puesta para que mi piel no se despedace por los rayos U.V.
       Me hiciste unos protectores para mis ojos, de unos huesos planos con una perforación horizontal, para ver entre ellas y proteger mis retinas.
        ¡No, todo eso no lo inventé yo, fueron los padres de mis padres!
        ¡Cuéntame eso de los hombres sabios!
        Los hombres sabios se dieron cuenta que los ilusos les gustaba el poder y el dinero y con ellos dominaban al resto, entonces, ellos, los hombres sabios, ya más nada pudieron hacer por la humanidad.
        Los hombres sabios perdieron su batalla ante la ambición de privilegió la ganancia privada sobre los derechos de la gente al uso de la tierra, del aire y del agua como bienes comunitarios.
        ¡Cuéntame papito, que es eso del poder!
        El poder es cuando tú puedes dominar al resto de las personas.
       Está el poder de la violencia, el poder de la riqueza, el poder narco, el poder de los que usan las armas para la guerra o para subyugar a los pueblos, el poder político motivado por la ambición y que lleva al apartheid en la educación, en la salud, en la justicia, a la corrupción, el poder de los medios de comunicación en la manipulación de la opinión pública y perpetuar los privilegios y la frivolidad de ciertos grupos, el poder del mal uso del conocimiento para alcanzar metas anti humanistas.
        Pero eso que tú me cuentas es muy terrible.
        Si, hijo querido!
        Y por ese poder manejado por los inconscientes, la tierra que era un paraíso, lleno de vida, la fueron destruyendo y la depredaron toda.
         ¡La destruyeron toda, por eso no hay nada, ni siquiera un bien aire para respirar!
         Algunos empezaron a buscar agua pura en otros planetas, donde las condiciones de vida son más difíciles que, en donde estamos ahora.
        Y la encontraron?
         Estos ilusos partieron y jamás se supo nada de ellos.
        Deberían haber protegido lo que había en la tierra, pero creyeron en sus tecnologías y adelantos y no se supo más de ellos.
         Dime papito, se fueron tan lejos porque los mares se volvieron pestilentes.
       Los océanos se convirtieron en un gigantesco charco estancado, extremadamente frío, oscuro, sin vida y sin oxígeno, originados por las bacterias anaeróbicas, esas que no necesitan oxígeno para vivir, y que producen sulfuro de hidrógeno, y con el masivo aumento de éstas, el sulfuro de hidrógeno llenó el aire de la superficie y si hemos olido alguna vez huevos podridos, a eso huele el sulfuro de hidrógeno. La tierra entera ahora huele a huevos podridos.
        Y las lluvias de volvieron ácidas, matando la vida vegetal y animal en la tierra.
        El padre, con la sabiduría de sus ancestros, buscaba para sobrevivir, mantos de líquenes y musgos que, al crecer en las sombras de las rocas, no eran afectados por los rayos UV, y al comérselos, le proporcionaban los nutrientes necesarios y el agua para sobrevivir.
        Vivían apegados a los cerros protegiéndose del frío y del calor extremo y evitando cualquier contacto con humanos, muchos de los cuales sufrían una mortal mutación que él la llamó ANS (antropo necrosomiasis), es decir muerte de los cromosomas debido a las radiaciones y el medio ambiente tóxico.
        Papito, háblame ¿Qué es el amor?
       El amor, tal vez fue lo primero que perdió el ser humano, antes de que empezara toda esta tragedia planetaria.
         -Sin embargo, para aquellos que experimentamos el amor en nuestros corazones, es la más bella expresión del ser humanos hacia otra persona, hacia su prójimo, hacia la humanidad, hacia la justicia, la dignidad, la lucha por superar la pobreza y para proteger la naturaleza.
       Qué bello es lo que tú dices, papito!
       Por medio, del amor que sentía por tu madre naciste tú y la humanidad por amor se perpetúa, por el amor de un hombre con una mujer.
         Siguieron caminando, agazapados y protegidos por sus corazas. Caminaron un día entero y escucharon un llanto que salía de una de las cuevas del cerro.
         El padre se acercó sigilosamente y vio a una pequeña niña llorando al lado de su madre que yacía muerta. Se acercó a la niña, le dio de comer y juntos los tres le dieron sepultura para que los animales carroñeros no se la comieran.
        Siguieron su camino, ambos niños tomados de la mano del padre protector, cuando el niño le pregunta al padre al oído.
        ¡Dime papito! ¿ella, es mujer?...

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