LIGADOS
Mientras la tormenta aumentaba la mujer
se dirigió a la ventana y observó detenidamente como las personas se cobijaban
bajo sus negros paraguas; en aquella mirada reflejaba una expresión serena.
Sin tiempo de reaccionar
y sin saber por qué sus ojos se detuvieron; en un hombre que caminaba sin
refugio por las mojadas calles y vestido descuidadamente le había robado su
atención. No lo perdió de vista hasta que desapareció a la distancia.
Retirándose de allí
caminó por la habitación confundida, algo en ella había cambiado. No podía
dejar de pensar en aquel vagabundo. Recostada en su almohada, sin dejar de
cavilar sobre aquel episodio, se dispuso a dormir.
De un sobresalto
despertó con el sonido del reloj, miró la hora y se levantó rápidamente para
dirigirse hacia su trabajo. Una vez fuera, se percata de que las calles están
húmedas y oscuras por una densa niebla. Mientras camina en dirección a sus
funciones se acomodó la bufanda y se colocó los guantes, frente a una iglesia, ve
difusamente la figura de aquel personaje que se refugiaba bajo un alero; con sus manos en los bolsillos de un viejo abrigo, un gorro de lana que cubría hasta sus orejas se
notaba que tenía los pies mojados por la decadencia de sus zapatos.
Sin pensarlo, la
mujer se dejó llevar por un impulso incontrolable. Se dirigió al negocio de enfrente
en busca de un pan y un trozo de queso para aquel hombre que no podía dejar de
observar de una forma distinta, casi inexplicable, de que ella actuara así. El
hombre agradeciendo fríamente la acción de aquélla mujer, recibió el pan con
sus manos temblorosas y se lo llevó a la boca.
La desesperación
palpitaba dentro de su pecho, arrastrada por el desconsuelo de no saber el
motivo que la incitaba a proteger a aquel ser humano, continuó su camino hacia
el trabajo sin mirar atrás.
En el transcurso
del día, no dejó de pensar en el personaje una y otra vez, las imágenes le
venían a la cabeza. Le parecía alguien conocido. Su cara sucia y descuidada
barba dejaban entrever algunos rasgos familiares. Subió a su departamento y
mirándose al espejo vio que su rostro era similar al de aquel hombre -No, esto es imposible ̶ exclamó,
se acomodó en el sillón, pensó un rato y se durmió.
Un relámpago
iluminó toda la habitación y un fuerte trueno la despertó. Afuera llovía torrencialmente.
Casi sin dudarlo, tomó un paraguas y
salió en busca de aquel vagabundo. Recorrió
varias calles y ya muy entrada la noche, recordó de
pronto que muchos de ellos dormían bajo una cornisa de un viejo supermercado
que quedaba en la calle Balmaceda.
Al llegar allí corrió hasta donde se
divisaba un grupo de personas en torno a un hombre que yerto estaba sobre las
heladas baldosas de la escalinata de aquél negocio. Se abrió paso para mirarlo
y dándose cuenta de que el parecido facial era evidente comenzó a sollozar este
era el padre que en sus difusos recuerdos ella vio partir una mañana fría de
invierno; escondiendo su cara bajo el paraguas caminó lentamente de vuelta a su
hogar.
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